Había una vez un gorrión que deseaba ser como el
pavo real. ¡Cuánto le impresionaba la orgullosa marcha de aquella inmensa ave:
su altiva cabeza, su imponente abanico que abría ufano!
-Así quiero ser yo también -decía el gorrión-. Me
ganaré la admiración de la gente.
El gorrión estiraba la cabeza, aspiraba
profundamente inflado su pequeño buche, extendía las plumas de su cola e
intentaba caminar tan elegante como había visto hacerlo al pavo real. Daba
pasitos cortos aquí y allá, y se sentía inmensamente orgulloso.
Después de algún tiempo de comportarse así,
comenzó a notar que este comportamiento inhabitual lo agotaba. Le dolían el
cuello y las patas y, lo que era peor, los otros pájaros se reían de él.
-Estoy harto de ser pavo real –gemía-. Quiero
comportarme como un gorrión cualquiera.
Pero cuando intentó volver a caminar como un
gorrión, no lo consiguió. En lugar de andar como antes, solamente podía
brincar. Y así fue cómo aprendieron a brincar los gorriones.
Tomado del libro: “Aplícate el Cuento".
(Jaume Soler y M. Mercè Conangla)
Después de leer este gracioso cuento le doy más credibilidad, si cabe, al pensamiento del gran escritor William Shakespeare:
“En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que intentamos ser”.
Etiqueta: Cuentos.
1 comentario:
Creo que en este cuento se ven reflejadas nuestra obsesiones, esos "locos intentos" por ser lo que la publicidad impone, o lo que admiramos en otros. Así es como vamos perdiendo contacto con lo más sagrado que tenemos dentro, nuestra esencia, nuestro ser íntimo.
Un abrazo, querida Edelia
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