Así escribe Elie Weisel sobre la indiferencia:
“En cierto sentido, ser indiferente al sufrimiento es lo que deshumaniza al
ser humano. A fin de cuentas, la indiferencia es más peligrosa que la ira y el
odio.
A veces, la ira puede ser creativa. Uno escribe un hermoso poema, una magnífica
sinfonía. Uno crea algo especial por el bien de la humanidad, porque está
enfadado con la injusticia de la que es testigo. Pero la indiferencia nunca es
creativa. Incluso el odio, en ocasiones, puede suscitar una respuesta. Lo
combates. Lo denuncias. Lo desarmas.
La indiferencia no suscita ninguna respuesta. La indiferencia no es una
respuesta. La indiferencia no es un comienzo; es el final. Por tanto, la
indiferencia es siempre amiga del enemigo, puesto que beneficia al agresor,
nunca a su víctima, cuyo dolor se intensifica cuando la persona se siente
olvidada.
El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los
refugiados sin hogar… No responder a su dolor ni aliviar su soledad
ofreciéndoles una chispa de esperanza es exiliarlos de la condición humana. Y
al negar su humanidad, traicionamos también la nuestra.
Por lo tanto, la indiferencia no es solo un pecado. También es un castigo”.
Elie Weisel. ( Rumanía)
Catedrático de Humanidades en la Universidad de Bostón.
Premio Nobel de la Paz, 1986.
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