EXPERIENCIAS PARA COMPARTIR CON PERSONAS "JUBILOSAS" QUE AMAN LA VIDA Y LA BELLEZA.

domingo, 31 de julio de 2011

LIBROS QUE ENRIQUECEN.....



Acabo de leer el libro de Eduardo Galeano: “Bocas del tiempo”. He disfrutado mucho con su lectura. Me importa tanto lo que dice como el modo con que lo dice. Han sido muchas las páginas que no me he conformado con una sola lectura. Cuando esto me ocurre, que leo y releo, el libro se me hace corto y al finalizarlo me siento feliz por haberlo tenido entre mis manos.

Dice al comienzo del libro:

"Cuando eran hilos sueltos, y todavía no formaban parte de una trama común, algunos de los relatos aquí reunidos fueron publicados en diarios y revistas. Al integrarse a este tejido, aquellas primeras versiones cambiaron su forma y color. Este libro cuenta historias que viví o escuché”.


Quiero traer aquí alguno de los relatos que tan buenos ratos me han proporcionado:


El hombre más viejo del mundo.



Era verano, era el tiempo de la subienda de los peces, y hacía ciento veinticinco veranos que don Francisco Barriosnuevo estaba allí.
— Él es un comeaños –dijo la vecina. Más viejo que las tortugas.
La vecina raspaba a cuchillo las escamas de un pescado. Don Francisco bebía un jugo de guayaba.

Gustavo, el periodista que había venido de lejos, le hacía preguntas al oído.
Mundo quieto, aire quieto. En el pueblo de Majagual, un caserío perdido en los pantanos, todos los demás estaban durmiendo la siesta.


El periodista le preguntó por su primer amor. Tuvo que repetir la pregunta varias veces:
Primer amor, primer amor, ¡¡primer amor!!


El matusalén se empujaba la oreja con la mano:
¿Cómo? ¿Cómo dice?
Y por fin:
Ah, sí.
Balanceándose en la mecedora, frunció las cejas, cerró los ojos:
Mi primer amor...


El periodista esperó. Esperó mientras viajaba la memoria, destartalado barquito, y la memoria tropezaba, se hundía, se perdía. Era una navegación de más de un siglo, y en las aguas de la memoria había mucho barro, mucha piedra, mucha niebla. Don Francisco iba en busca de su primera vez, y la cara se le contraía como un puño.


El periodista desvió la mirada cuando descubrió que las lágrimas estaban mojando los surcos de esa cara estrujada. Y entonces don Francisco clavó en la tierra su bastón de cañabrava y empuñando el bastón se alzó de su asiento, se irguió como gallo y gritó:
¡Isabel!
Gritó:
¡¡Isabeeeeel!! ¡¡Isabeeeeel!!



El padre


Vera faltó a la escuela. Se quedó todo el día encerrada en casa. Al anochecer, escribió una carta a su padre.

El padre de Vera estaba muy enfermo, en el hospital. Ella escribió: “Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto “.

Héctor Carnevale duró unos días más. Después, con la carta de su hija bajo la almohada, se fue en el sueño.



El viaje.




Oriol
Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.


Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.


Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje
.



Itinerario de las hormigas



Las hormigas del desierto asoman desde las profundidades y se lanzan a los arenales.

Buscan comida por aquí, por allá; y en sus andanzas se van apartando de su casa más y más.

Mucho después regresan, desde lejos, cargando a duras penas los alimentos que han encontrado donde nada había.

El desierto se burla de los mapas. La arena, revuelta por el viento, nunca está donde estaba. En esa ardiente inmensidad, cualquiera se pierde. Pero las hormigas recorren el camino más corto hacia su casa. Marchando en línea recta, sin vacilar, vuelven al exacto punto de salida, y excavan hasta encontrar el minúsculo orificio que conduce a su hormiguero. Jamás confunden el rumbo, ni se meten en agujero ajeno.

Nadie entiende cómo pueden saber tanto estos cerebritos que pesan un miligramo.



Una clase de Medicina



Rubén Omar Sosa escuchó la lección de Maximiliana en un curso de terapia intensiva, en Buenos Aires. Fue lo más importante de todo lo que aprendió en sus años de estudiante.

Un profesor contó el caso. Doña Maximiliana, muy cascada por los trajines de una larga vida sin domingos, llevaba unos cuantos días internada en el hospital, y cada día pedía lo mismo:

–Por favor, doctor, ¿podría tomarme el pulso?

Una suave presión de los dedos en la muñeca, y él decía:

–Muy bien. Setenta y ocho. Perfecto.

–Sí, doctor, gracias. Ahora, por favor, ¿me toma el pulso?

Y él volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que mejor imposible.

Día tras día, se repetía la escena. Cada vez que él pasaba por la cama de doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido, lo llamaba, y le ofrecía ese brazo, esa ramita, una vez, y otra vez, y otra.

Él obedecía, porque un buen médico debe ser paciente con sus pacientes, pero pensaba: Esta vieja es un plomo. Y pensaba: Le falta un tornillo.

Años demoró en darse cuenta de que ella estaba pidiendo que alguien la tocara.


Arañas pasito a paso.



Pasito a paso, hilo tras hilo, se acerca a la araña.


Le ofrece música, convirtiendo la telaraña en arpa, y danza para ella mientras poquito a poco va acariciando, hasta el desmayo, su cuerpo de terciopelo.


Entonces, antes de abrazarla con sus ochos brazos, el araño envuelve a la araña en la telaraña y la ata bien atada. Si no la ata, ella lo devora después del amor.


Al araño no le gusta nada esta costumbre de la araña, de modo que ama y huye antes de que la prisionera se despierte y exija el servicio completo de cama y comida.


¿Quién entiende al araño? Ha podido amar sin morir, se ha dado maña para cumplir esa hazaña, y ahora que está a salvo de su saña, extraña a la araña.



¡¡¡ Extraordinario escritor, Eduardo Galeano !!!





3 comentarios:

Doña Eñe dijo...

Hola, amiga.
Muchas gracias por compartir esta hermosa selección de relatos.
Me han emocionado particularmente el de Doña Maximiliana y el de la vida entre dos aleteos.
Me ha hecho gracia el del hombre más viejo del mundo gritando al final el nombre de su primer amor.
Me han encantado el de las hormigas y el del astuto araño enamorado.
Recuerdo que mi padre le solía decir a mi hermano que de pequeño era un vago de siete suelas: "¿Por qué no te vas al campo a aprender de la vida de las hormigas?".
El del padre es tan triste...
Un abrazo y buen día.
:)

Clarissa Rodriguez dijo...

Es curioso, hace muy pocos días tuve la suerte de escuchar a Eduardo Galeano en una entrevista de TV.
Él transmite la misma sencillez y el apasionado interés por los valores humanos que uno encuentra en sus historias escritas.
Creo que aparte de un gran escritor, es una gran persona

edelia sanz dijo...

Gracias Doña Eñe y gracias Clarissa por vuestra visita. Siempre me alegran vuestros comentarios. ¡Sois las dos tan entrañables!
Un abrazo en la distancia.