(Pintor Donald Zolan)
La
sencillez es una de las virtudes más complicadas de este viejo mundo. Cuando
uno es sencillo (en su habla, en sus actos, incluso en su poesía) corre
el incómodo riesgo de ser tomado por tonto, por babieca.
Hay
críticos, por ejemplo, que son propensos a elogiar solamente a aquellos poetas
misteriosos, cuyas obras son comprendidas por muy pocos.
Esos mismos críticos
tampoco los entienden, claro, pero tienen cierta habilidad para
cabalgar por fuera del misterio, haciendo de su ignorancia una forma inédita de
discreción.
Si
uno lee a Baldomero Fernández Moreno o a Antonio Machado, y capta la sabiduría
de su sencillez, quisiera salir a abrazarlos, como si aún estuvieran ahí,
con su pluma en ristre.
Cómo enseñan, cómo abren sin prejuicios las puertas de
su vida y nos regalan las llaves para que abramos la nuestra.
Todo
mandante, ya sea el mandamás como el mandamenos, se afana (sobre
todo cuando afana) en no ser sencillo. La dificultad es su muro de contención,
su bastión, su blindaje.
En
la sencillez, los hombres y mujeres se amparan, se comprenden, se alivian.
En
la complejidad, en cambio, se ven con desconfianza y con rencores.
¡Cómo
no tener en cuenta que la muerte es la cumbre de la sencillez!
(Mario Benedetti).
Etiqueta: Textos.
1 comentario:
Sencillamente maravilloso.
Un abrazo, amiga.
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