EXPERIENCIAS PARA COMPARTIR CON PERSONAS "JUBILOSAS" QUE AMAN LA VIDA Y LA BELLEZA.

sábado, 29 de octubre de 2011

MIS AMIGOS LOS LIBROS.....


Digo, para empezar, que cuando veo un libro en todos los escaparates de las librerías o que ocupa un lugar privilegiado en sus estanterías tengo, casi siempre, mis dudas antes de dedicarme a leerlo. Algo así me ocurrió con "La belleza del erizo", de Muriel Barbery. Fue una amiga mía, gran lectora, la que me animó a leerlo.

Su lectura ha sido tierna, sagaz, a veces irónica, otras divertidas y siempre inteligente. Muriel nos presenta en este libro, entre otros muchos personejes, dos mujeres sumamente solitarias: Renée y Paloma. Con ellas pone de manifiesto la autora la dificultad de algunos seres humanos para entablar relaciones.

Paloma hija de un matrimonio que habita en uno de los pisos de un inmueble burgués de París, escribe un diario secreto en el que vierte sus "pensamientos profundos", alguno de ellos muy interesantes.

Pero a mi la que me ha cautivado ha sido Renée, la portera del citado edificio. Cito palabras textuales de cómo se describe ella misma:



"Me llamo Renée. Tengo cincuenta y cuatro años. Desde hace veintisiete, soy la portera del número 7 de la calle

Grenelle, un bonito palacete con patio y jardín interiores.

Soy viuda, bajita, fea, rechoncha, tengo callos en los pies y también, a juzgar por ciertas mañanas que a mí

misma me incomodan, un aliento que tumba de espaldas.

No tengo estudios, siempre he sido pobre, discreta e insignificante.Vivo sola con mi gato, un animal grueso y

perezoso. Ni uno ni otro nos esforzamos apenas por integrarnos en el círculo de nuestros semejantes. Como rara

vez soy amable, aunque siempre cortés, no se me quiere, si bien pese a todo se me tolera porque correspondo

bien a lo que la creencia social ha aglutinado como paradigma de la portera de finca.

Y como en alguna parte está escrito que las porteras son viejas, feas y ariscas, también está grabado en letras de

fuego en el frontón del mismo firmamento estúpido que dichas porteras tienen gruesos gatos veleidosos que se

pasan el día dormitando sobre cojines cubiertos con fundas de crochet.

Asimismo, también está escrito que las porteras ven la televisión sin descanso. Tengo la inmensa suerte de ser

portera en una residencia de mucha categoría. Era para mí tan humillante tener que cocinar esos platos infames

que se cocinan en las porterías, que fue para mi un inmenso alivio la intervención del señor de Broglie, el

consejero de Estado del primero, que me animó a erradicarlos para evitar en la finca ese tufo plebeyo que

invadía el inmueble. Disimulé lo mejor que pude para simular una obediencia forzosa........"



Renée lleva mucho tiempo fingiendo que es una mujer inculta, vulgar. Así la suponen todos.

Pero bajo esa apariencia poco agraciada se esconde una experta conocedora de la gramática, una

conocedora de los grandes pintores de todas las épocas, lectora fiel de Tolstói, que escucha

siempre que puede a Mozart y que le encanta el cine japonés de Ozu.


¿Por qué ese empeño en que nadie sepa sus verdaderas aficiones y en demostrar su incultura?


En la lectura del libro queda claramente manifiesto. Yo no debo revelarlo.



Es claro que la autora quiere demostrar que la inteligencia es algo transversal a todos los estratos sociales.










1 comentario:

Hotel Existencia dijo...

Leí el libro el año pasado y también me cautivo el personaje de Renée. Sin duda una visión del mundo distinta a los tópicos al uso y por ello mucho más interesante.
Besos