Hace ya muchos años, en el espacio, nació un planeta. Era una gran masa de tierra rodeada de océanos. Su nombre: "Algún Lugar".
Estaba acosado por terribles problemas, tanto internos como externos. Sus tribus luchaban encarnizadamente, sufría terremotos y huracanes, tenía volcanes en erupción, y meteoritos que iban estrellándose contra su superficie y por no hablar de sus tres lunas que influían en las mareas de sus océanos, causando inundaciones, maremotos y remolinos.
Todo esto iba modificando su geografía
constantemente. Cuando se había acostumbrado a una forma, cambiaba a otra. Esto
era muy triste, "Algún Lugar" no sabía quién era, había perdido la esperanza; sentía que no lo podía soportar, ya que
no tenía la fuerza necesaria para resistir la terrible tensión, el constante
“tira y afloja”.
¿Qué podría hacer "Algún Lugar"? En su desesperación miró hacia su interior, y en lugar de estudiarse en el espejo de su exterior atmósfera se miró a si mismo.
Vio partes
familiares: pozos, arroyos, cuevas, raíces... Partes desconocida como carbón,
oro, plata, piedras preciosas... y en el fondo de todo esto un poderoso imán y una inmensa fuente de energía.
¿Quién eres tú? Preguntó:
Yo soy tu núcleo
Y ¿Para qué sirves? Preguntó "Algún Lugar".
Yo para ti, soy tu centro y te mantengo estable en tu sistema solar.
Los problemas externos se añaden a mi poder y energía, y ahora podemos trabajar juntos y alcanzar nuestro destino.
¿Por qué no me habías hablado antes?
No tengo voz, hasta que me encontraste, sólo prestabas atención a tu mundo exterior; ahora que has empezado a fijarte en tus recursos interiores, te darás cuenta de que eres más rico de lo que jamás habías pensado.
Incluido en el libro: “Aplícate el cuento”.
Adaptado de un escrito de Channah
Cune.
Etiqueta : Textos.
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