Cada ser humano es una isla. En el mejor de los casos pertenece a un archipiélago. Aún así, cada isla es distinta de las otras. Algunas son fértiles, pródigas, ubérrimas. Otras son áridas, secas, resecas….
Cada ser humano es una isla, donde sólo convive con su conciencia y en ocasiones con un lago quieto que le informa sobre qué rasgos asume su rostro de náufrago.
Cuando el ser humano se aburre de su soledad, entonces se comunica con otra u otras islas. Y se comunica a nado, o en balsa, en lancha o en canoa.
En otra isla conoce a otros náufragos y también a otras náufragas y, a veces, se enamoran.
El amor une a las islas como una corriente. A veces tan fuertemente se enamoran dos islas que de ellas nace un islote......
Del libro: “Vivir adrede”.
Autor: Mario Benedetti.
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