Un hombre tenía un sembrado con las flores más bellas y fragantes que nadie pudiera conocer.
Año tras año ganaba el premio a las flores más grandes, más hermosas y de mejor calidad.
Como era de suponer, era la admiración de todos los jardineros de la región.
Un día se acercó a él un periodista para preguntarle el secreto de su éxito y el hombre contestó.
-Mi éxito se lo debo a que de cada cultivo saco las mejores semillas y las comparto con mis vecinos, para que ellos también las siembren.
-¿Cómo? -dijo el periodista- pero eso es una locura. ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también participa con ellos en el mismo concurso año tras año?
-Verá usted señor -dijo el floricultor-: el viento lleva el polen de las flores de un sembrado a otro. Si mis vecinos cultivaran una semilla de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad de mis flores. Si deseo cultivar las mejores y más bellas flores, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.
Cómo embelleceríamos el mundo si, como el floricultor, compartiéramos con nuestros vecinos nuestras mejores semillas de cualidades, esfuerzos, destrezas, virtudes, sonrisas.... Seguro que obtendríamos una excelente cosecha en forma de sociedad mejorada.
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