EXPERIENCIAS PARA COMPARTIR CON PERSONAS "JUBILOSAS" QUE AMAN LA VIDA Y LA BELLEZA.

viernes, 6 de enero de 2012

LOS POETAS SABEN DE REYES MAGOS.....



La rosa
niña.

Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina.
Salen los tres reyes de adorar al Rey,
flor de infancia llena de una luz divina
que humaniza y dora la mula y el buey.

Baltasar medita, mirando la estrella
que guía en la altura. Gaspar sueña en
la visión sagrada. Melchor ve, en aquella
visión, la llegada de un mágico bien.

Las cabalgaduras sacuden los cuellos
cubiertos de sedas y metales. Frío
matinal refresca belfos de camellos
húmedos de gracia, de azur y rocío.

Las meditaciones de la barba sabia
van acompasando los plumajes flavos,
los ágiles trotes de potros de Arabia
y las risas blancas de negros esclavos.

¿De dónde vinieron a la Epifanía?
¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano
cavilar. Vinieron de la luz, del Día,
del Amor. Inútil pensar. Tertuliano.

El fin anunciaban de un gran cautiverio,
y el advenimiento de un raro tesoro.
Traían un símbolo de triple misterio,
portando el incienso, la mirra y el oro.

En las cercanías de Belén se para
el cortejo. ¿A causa? A causa de que
una dulce niña de belleza rara
surge ante los magos, toda ensueño y fe.

- “¡Oh, reyes!” -les dice- “Yo soy una niña
que oyó a los vecinos pastores cantar,
y desde la próxima florida campiña
miró vuestro regio cortejo pasar.

Yo sé que ha nacido Jesús Nazareno,
que el mundo está lleno de gozo por El,
y qué es tan rosado, tan lindo y tan bueno,
que hace al sol más sol, y a la miel más miel.

Aún no llega el día…¿Dónde está el establo?
¡Prestadme la estrella para ir a Belén!
No tengáis cuidado que la apague el diablo
con mis ojos puros la cuidaré bien!”

Los magos quedaron silenciosos, bella
de toda belleza, a Belén tornó
la estrella y la niña, llevada por ella
al establo, cuna de Jesús, entró.

La madre miraba a su niño lucero
las dos bestias buenas daban su calor
sonreía el santo y viejo carpintero,
la niña estaba temblando de amor.

Allí había oro en cajas reales,
perfume en frascos de hechura oriental,
incienso en copas de finos metales,
y quesos y flores y miel de panal.

¡Qué dar a ese niño, qué dar sino ella!
¿Qué dar a ese tesoro divino, Señor?
Le hubiera ofrecido la mágica estrella,
la de Baltasar, Gaspar y Melchor.

Mas a los influjos del hada amorosa,
que supo el secreto de aquel corazón,
se fue convirtiendo poco a poco en rosa,
en rosa más bella que las de Sarón.

La metamorfosis fue santa aquel día
(la sombra lejana de Ovidio aplaudía)
Pues la dulce niña ofreció al Señor,
que le agradecía y le sonreía,
en la melodía de la Epifanía,
su cuerpo hecho pétalos y su alma hecha flor…


Rubén Darío






El camello cojito.

Auto de los Reyes Magos

El camello se pinchó
con un cardo en el camino
Y el mecánico Melchor
le dio vino.


Baltasar fue a repostar
más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
consultaba su "Longinos".


–¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!
–Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido–.


El camello cojeando,
más medio muerto que vivo,
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.


Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
—Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.


A la entrada de Belén
Al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
con su belfo y en su hipo!


Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.


Y a las tantas ya del alba
—ya cantaban pajarillos–
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.


—No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero –repitió el Niño.


A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras, el camello echado
le hace cosquillas al Niño.


Gloria Fuertes.



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