Fragmento del libro "Sobre Literatura y Vida".
A cada edad del hombre responde cierta filosofía. El niño se nos presenta como realista, pues está tan convencido de la existencia de peras y manzanas cual de la suya propia.
El adolescente, turbado por pasiones íntimas, tiene forzosamente que observarse a sí mismo, que presentirse, de suerte que se vuelve idealista.
En cambio, el adulto tiene toda suerte de motivos para volverse escéptico; hace bien en dudar si el medio que ha elegido para llegar al fín es también legítimo. Antes de obrar y al obrar tiene toda suerte de razones para poner en tortura su inteligencia, a fin de no tener que lamentar luego una falsa elección.
El anciano abrazará siempre el misticismo. Ve que hay tantas cosas que parecen depender de la casualidad, que lo irracional logra éxito, mientras que lo racional fracasa, y dicha y desdicha contrapésanse inopinadamente; así es y así fue, y la vejez acaba por conformarse con lo que es, fue y será.
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