"Sabores y recuerdos". Este sería quizás el título que le hubiera puesto al libro que acabo de leer si tuviera el honor de ser su autora. No se llama así, su título es: "Rapsodia Gourmet" y su autora Muriel Barbery.
El protagonista, Pierre Arthens, es un crítico gastronómico sumamente respetado y hasta temido, pues es capaz de arruinar un restaurante con sus palabras si éstas no son favorables. Ahora a sus 68 años acaban de anunciarle que le quedan 48 horas de vida y estando en su lecho de muerte piensa que no puede partir de aquí sin recordar ese sabor especial, ese sabor que lo hizo conocer la verdadera felicidad, pero ese sabor, por más que lo intenta, se le escapa....
En este intento por identificar el sabor en cuestión, Pierre va recordando momentos de su vida, desde su niñez. La autora aprovecha esta situación para demostrar su habilidad para convertir en palabras las emociones, gustos, sabores y olores de los que ha disfrutado el protagonista.
El protagonista, Pierre Arthens, es un crítico gastronómico sumamente respetado y hasta temido, pues es capaz de arruinar un restaurante con sus palabras si éstas no son favorables. Ahora a sus 68 años acaban de anunciarle que le quedan 48 horas de vida y estando en su lecho de muerte piensa que no puede partir de aquí sin recordar ese sabor especial, ese sabor que lo hizo conocer la verdadera felicidad, pero ese sabor, por más que lo intenta, se le escapa....
En este intento por identificar el sabor en cuestión, Pierre va recordando momentos de su vida, desde su niñez. La autora aprovecha esta situación para demostrar su habilidad para convertir en palabras las emociones, gustos, sabores y olores de los que ha disfrutado el protagonista.
Dejo aquí una demostración de cómo al describir un alimento parécese que lo saboreas:
"El tomate crudo, devorado en el huerto, recién cogido, es el cuerno de la abundancia de las sensaciones simples, una cascada que se dispersa en la boca y reune en ella todos los placeres. La resistencia de la piel tersa, sólo un poco, lo justo nada más, la blandura de los tejidos, la suavidad de ese néctar, con sus pepitas, que resbala por comisura de los labios y uno se limpia sin temor de mancharse los dedos, esa bolita carnosa que vierte en nosotros torrentes de naturaleza: eso es el tomate, toda una aventura."
"El tomate crudo, devorado en el huerto, recién cogido, es el cuerno de la abundancia de las sensaciones simples, una cascada que se dispersa en la boca y reune en ella todos los placeres. La resistencia de la piel tersa, sólo un poco, lo justo nada más, la blandura de los tejidos, la suavidad de ese néctar, con sus pepitas, que resbala por comisura de los labios y uno se limpia sin temor de mancharse los dedos, esa bolita carnosa que vierte en nosotros torrentes de naturaleza: eso es el tomate, toda una aventura."
También destacaría un fragmento donde el crítico gastronómico explica la importancia de los cinco sentidos en la cocina:
“El que es cocinero sólo puede serlo plenamente movilizando sus cinco sentidos. Un manjar debe ser exquisito a la vista, al olfato, al gusto, por supuesto, pero también al tacto, que orienta la elección del chef en tantas ocasiones y desempeña su función en la fiesta gastronómica. Es cierto que el oído parece algo ajeno al asunto; pero no se come en silencio como tampoco en medio del estruendo; todo sonido que interfiere con la degustación participa de ésta o la contraria, de tal manera que el comer es sin lugar a dudas, un fenómeno quinesiológico”.
Etiqueta: Libros.
2 comentarios:
No he leído el libro que comentas, pero comparto plenamente el argumento del especialista en gastronomía. Cuando nos sentamos a degustar un plato, todos nuestros sentidos se movilizan.
¡Qué delicia es comer! especialmente si lo que tenemos delante nos invita a probar y luego su aroma nos envuelve para rematar con una delicia en la boca que nos confirma lo que ya habíamos sospechado, o comentado en voz alta.
La buena música, una grata compañía, conversación amena y distendida completaría la escena.
¡Qué hambre!
Un abrazo, querida amiga
Nos perdemos tantas cosas importantes cuando comemos deprisa, sin degustar todo lo que los alimentos nos ofrecen.
Toda una aventura, es cierto.
Efectivamente nuestro cerebro "come" y saborea el tomate tan bien descrito aquí.
Un abrazo.
:)
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