Cuenta Esopo en una de sus fábulas que cuando Prometeo modeló al hombre le colocó dos alforjas, una delante sobre el pecho que guardaba los defectos ajenos y otra detrás, sobre la espalda, en la que guardaba los defectos propios. Por esa circunstancia las personas acostumbramos a ver los defectos del prójimo y no nos enteramos de los nuestros.
También nuestro famoso fabulista español del siglo XVIII, Félix María de Samaniego contó la misma historia aunque de distinto modo:
En una alforja al hombro
llevo los vicios:
los ajenos delante,
detrás los míos.
Esto hacen todos;
así ven los ajenos,
mas no los propios.
llevo los vicios:
los ajenos delante,
detrás los míos.
Esto hacen todos;
así ven los ajenos,
mas no los propios.
Puesto que más de un poeta ha cantado esta cuestión, por ser cosa muy generalizada, ¿ no encontraríamos la solución dándole la vuelta a las alforjas? Quizá viendo muy de cerca nuestros vicios aprendiéramos a guardar un oportuno mutismo en más de una ocasión. ¿ O no ?
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