Según las Naciones Unidas, el día 8 de marzo es el día de la mujer trabajadora, como se supone que todas trabajan, algunas en demasía diría yo, resulta ser que hoy, 8 de marzo, es nuestro día.
¡Qué bien! Pero que no sea sólo un día al año el que se reconozca el mérito de esas mujeres luchadoras, emprendedoras, valientes....
Y como entre las cosas que anhela y precisa la mujer es la libertad, traigo hoy este poema:
Franz Devorak
¿De qué sirve a mi belleza
la riqueza
pompa, honor y majestad
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
por la dulce libertad?
Luenga barba y torvo ceño
tiene el dueño
que con oro me compró
y al ver la fatal gumía
que ceñía
de sus besos temblé yo.
¡Oh, bien hayan los cristianos,
más humanos,
que veneran una cruz
y dan a sus nazarenas
por cadenas
auras libres, clara luz!
Ellas al festín de amores
llevan flores,
sin velo se dejan ver
y en cálices cristalinos
beben vinos
que aconsejan el placer.
Tienen zambras con orquestas
y a sus fiestas
ricas en adornos van
con el seno delicado
mal guardado
de los ojos del galán.
Más valiera ser cristiana
que sultana
con pena en el corazón,
con un eunuco atezado
siempre al lado,
como negra maldición.
Dime, mar, que me aseguras
brisas puras,
perlas y coral también
si hay linfa en tu extensión larga
más amarga
que mi lloro en el harén.
Dime, selva, si una esposa
cariñosa
tiene el dulce ruiseñor
¿por qué para sus placeres
cien mujeres
tiene y guarda mi señor?
Decid, libres mariposas,
que entre rosas
vagáis al amanecer
¿por qué bajo llave dura
sin ventura
gime esclava la mujer?
Dime, flor, siempre besada
y ahalagada
del céfiro encantador
¿por qué he de pasar un día
de agonía
sin un beso del amor?
Franz Dvorak
Yo era niña y a mis solas
en las olas
mis delicias encontré;
de la espuma que avanzaba
retiraba
con temor nevado pie.
Del mar el sordo murmullo
fue mi arrullo
y el aura me adormeció:
¡triste la que duerme y sueña
sobre peña
que la espuma salpicó!
De la playa que cercaron
me robaron
los piratas de la mar:
¡ay de la que en dura peña
duerme y sueña
si es cautiva al despertar!
Crudos son con las mujeres
esos seres
que adoran el interés
y tendidos sobre un leño,
toman sueño
con abismos a sus pies.
Conducida en su galera,
prisionera
fui cruzando el mar azul;
mucho lloré, sordos fueron,
me vendieron
al sultán en Estambúl.
Él me llamó hurí de aroma
que Mahoma
destinaba a su vergel;
de Alá gloria y alegría,
luz del día,
paloma constante y fiel.
Vi en un murallado suelo
como un cielo
de hermosuras de jazmín
cubiertas de ricas sedas;
auras ledas
disfrutaban del jardín.
Unas padecían celos
y desvelos,
lograban otras favor;
quien por un desdén gemía,
quien vivía
sin un goce del amor.
Mil esclavas me sirvieron
y pusieron
rico alfareme en mi sien;
pero yo siempre lloraba
y exclamaba
con voz triste en el harén:
¿De qué sirve a mi belleza
la riqueza,
pompa, honor y majestad
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?
Juan Arolas. (Barcelona, 1805- Valencia, 1849)
la riqueza
pompa, honor y majestad
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
por la dulce libertad?
Luenga barba y torvo ceño
tiene el dueño
que con oro me compró
y al ver la fatal gumía
que ceñía
de sus besos temblé yo.
¡Oh, bien hayan los cristianos,
más humanos,
que veneran una cruz
y dan a sus nazarenas
por cadenas
auras libres, clara luz!
Ellas al festín de amores
llevan flores,
sin velo se dejan ver
y en cálices cristalinos
beben vinos
que aconsejan el placer.
Tienen zambras con orquestas
y a sus fiestas
ricas en adornos van
con el seno delicado
mal guardado
de los ojos del galán.
Más valiera ser cristiana
que sultana
con pena en el corazón,
con un eunuco atezado
siempre al lado,
como negra maldición.
Dime, mar, que me aseguras
brisas puras,
perlas y coral también
si hay linfa en tu extensión larga
más amarga
que mi lloro en el harén.
Dime, selva, si una esposa
cariñosa
tiene el dulce ruiseñor
¿por qué para sus placeres
cien mujeres
tiene y guarda mi señor?
Decid, libres mariposas,
que entre rosas
vagáis al amanecer
¿por qué bajo llave dura
sin ventura
gime esclava la mujer?
Dime, flor, siempre besada
y ahalagada
del céfiro encantador
¿por qué he de pasar un día
de agonía
sin un beso del amor?
Franz Dvorak
Yo era niña y a mis solas
en las olas
mis delicias encontré;
de la espuma que avanzaba
retiraba
con temor nevado pie.
Del mar el sordo murmullo
fue mi arrullo
y el aura me adormeció:
¡triste la que duerme y sueña
sobre peña
que la espuma salpicó!
De la playa que cercaron
me robaron
los piratas de la mar:
¡ay de la que en dura peña
duerme y sueña
si es cautiva al despertar!
Crudos son con las mujeres
esos seres
que adoran el interés
y tendidos sobre un leño,
toman sueño
con abismos a sus pies.
Conducida en su galera,
prisionera
fui cruzando el mar azul;
mucho lloré, sordos fueron,
me vendieron
al sultán en Estambúl.
Él me llamó hurí de aroma
que Mahoma
destinaba a su vergel;
de Alá gloria y alegría,
luz del día,
paloma constante y fiel.
Vi en un murallado suelo
como un cielo
de hermosuras de jazmín
cubiertas de ricas sedas;
auras ledas
disfrutaban del jardín.
Unas padecían celos
y desvelos,
lograban otras favor;
quien por un desdén gemía,
quien vivía
sin un goce del amor.
Mil esclavas me sirvieron
y pusieron
rico alfareme en mi sien;
pero yo siempre lloraba
y exclamaba
con voz triste en el harén:
¿De qué sirve a mi belleza
la riqueza,
pompa, honor y majestad
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?
Juan Arolas. (Barcelona, 1805- Valencia, 1849)
Franz Dvorak.
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