Dice rememorando aquello terribles dias:
"En la guerra el alma se te cierra y no sientes emociones, es como un mecanismo de defensa, porque si no te morirías de ver tanto horror".
Quince años después, Beah, ha decidido "poner cara" al drama de los niños soldados y explicar su historia en un libro estremecedor por su realismo, en el que relata el infierno que, como él, aún sufren miles de menores en todo el mundo.
“Tenemos que ser como la luna”, decía y repetía uno de los ancianos de nuestro pueblo, Kabati, en África. Cuando íbamos al río a por agua, o a los campos a trabajar, o a cazar, o a extraer la savia de las palmeras, nos lo decía una y otra vez sin explicarlo nunca, sin decir otra cosa, sonriente y sabio, sentado a la puerta de su casa.
Yo le oía siempre sin entender, y tampoco me preocupaba por saber qué quería decir.
Por fin un día me entró curiosidad y le pregunté a mi abuela, “¿Qué quiere decir ese anciano cuando nos dice que tenemos que ser como la luna?”.
Ella me explicó. Me dijo que era un expresión para recordarnos que teníamos siempre que ser considerados y delicados con los demás.
“La gente se queja cuando hay mucho sol y el calor se hace inaguantable, y también se queja cuando no hay sol y está nublado y llueve y nos mojamos y tenemos frío. Se quejan cuando el sol luce, y se quejan cuando no luce. Pero nadie se queja de la luna.
La luna aparece en el cielo, más grande o más pequeña, más pronto o más tarde, pero siempre suave y delicada, y nadie se queja de ella. Al contrario, todos se alegran al verla.
Y además varía de aspecto y de hora, mientras que el sol es siempre igual y aburrido.
Cuando la luna se esconde y no aparece en toda la noche, nos hace desearla y esperarla con ilusión. Y cuando se muestra redonda y completa en toda su belleza, bailamos toda la noche y nos contamos cuentos unos a otros y nos sentimos felices.
Por eso nos dicen que tenemos que ser como la luna. Suaves y delicados con todos. Alegres y entretenidos.
Acuérdate siempre.”
Ishmael Beah.
Del libro: "Un largo camino". Memorias de un niño soldado.
3 comentarios:
A pesar del dramático contexto, es realmente un texto precioso.
Sería fantástico que todos fuésemos como la luna.
"La luna aparece en el cielo, más grande o más pequeña, más pronto o más tarde, pero siempre suave y delicada, y nadie se queja de ella".
Siempre mágica, personalísima, casi caprichosa;lejana y poderosa. Nadie sabe si se va o viene a encontrase con el sol; pero a su paso deja esas notas de romanticismo que han acompañado a tantas generaciones y también a nosotros.
Un abrazo, querida Edelia!
Precioso. La verdad es que siempre he preferido la Luna al Sol. El sol me atosiga en verano... aunque lo agradezco en invierno porque entonces su calor es delicado. Pensándolo bien, la Luna es muy romanticona y guarda muchos de nuestros secretos, el Sol los desvela, pero..., ¿qué sería de las plantas sin el astro rey?
Y lo más importante, la Luna no brillaría si no existiera su "gran farol".
Como lo ha escrito un africano, entiendo que le moleste el sol. Un danés quizás no esté en contra del sol.
De cualquier forma, un precioso relato, Clarissa, y que los niños nunca-nunca-nunca sean entrenados como soldados. Ese infierno es peor que el sol africano.
:)
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