El poeta Coleridge recibió un día la visita de un admirador. Cuentan que en el transcurso de la conversación, surgió el tema de la niñez y la educación:
-Creo, afirmó con rotundidad el visitante, que debe dejarse a los niños en total libertad para que piensen, actúen y tomen sus propias decisiones desde muy pequeños sin que nosotros intervengamos. Sólo así podrán desarrollar toda su potencialidad.
-Ven a ver mi jardín de rosas, le dijo Coleridge, acompañando a su admirador hasta el jardín.
Al verlo, el visitante exclamó:
-¡Pero esto no es un jardín… esto es un patio lleno de maleza!
-Solía estar lleno de rosas, dijo el poeta, pero este año decidí dejar a las plantas de mi jardín en total libertad de crecer a sus anchas sin atenderlas. Y éste es el resultado.
3 comentarios:
Que hermosa metáfora!
Creo que aplica no sólo a los niños. También en nuestra vida es necesaria cierta disciplina y cultivar nuestro jardín interior, retirando la maleza, podando si es necesario, para que las rosas florezcan en todo su esplendor.
Un abrazo, amiga!
Gracias,Clarissa,por tu comentario siempre acertado y oportuno.
Un abrazo en la distancia.
Bueno, sobre esta filosofía discrepo algo, aunque la respeto: a mí me encanta la naturalidad de los niños tanto como la espontaneidad con la que crecen las flores silvestres en pleno campo.
Creo que sólo hay que cortar o enderezar lo que estorba, crece torcido o es venenoso.
Cuando se corta la espontaneidad, a veces se está enseñando a mentir, fingir o engañar.
Enseñar educación y respeto, sí, pero respetemos lo que no nos gusta si no es malo.
Libertad, sí.
Libertinaje, no.
:)
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