A veces los triunfadores no son aquellos a los que todo el mundo aplaude y reconoce. No son los que construyen grandes obras, dejaron constancia de su liderazgo o viajaron en primera clase.
A veces los triunfadores no son los administradores generales, ni los visionarios del futuro o los grandes emprendedores. Por ello, tal vez no los reconoceríamos en medio de tanto pensador, filósofo o tecnólogo, que supuestamente conducen a este mundo por la senda del progreso.
Porque el triunfador puede ser también el que calladamente lucha por la justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático. El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder.
Es triunfador el que, aunque no viajó mucho al extranjero, con frecuencia hizo travesías hacia el interior de si mismo para dimensionar las posibilidades de su corazón.
El que no recibió reconocimientos, pero siempre obtuvo el de los suyos. El que no escribió libros, pero si cartas llenas de amor dirigidas a su familia. El que, en muchas ocasiones, eligió la sombra, porque a veces es tan importante como la luz.
A veces el triunfador no es el que tiene una esplendorosa oficina, ni una secretaria ejecutiva, ni posee tres licenciaturas. No hace planificaciones estratégicas ni proyectos, pero su vida tiene un sentido, hace planes con su familia, tiene tiempo para sus hijos y encuentra fascinante disfrutar de la hermosa danza de la vida.
A veces el triunfador no es el que pasa a la historia, sino el que hace posible la historia. El que encuentra gratificante convencer y no sólo vencer. El que lucha por hacer de este mundo un mejor lugar donde todos puedan vivir….
Extracto tomado del libro “Para aprender la vida”.
Autor: Rubén Núñez de Cáceres.
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